viernes, 24 de noviembre de 2017

Calavera de Cristal

Algunos investigadores han hecho una distinción entre los pequeños cráneos de cristal del tamaño de un abalorio, que aparecieron a mediados del siglo XIX, y los grandes cráneos (aproximadamente de tamaño real) que aparecieron a fines de ese siglo.[cita requerida]

El comercio de artefactos precolombinos falsos se desarrolló a fines del siglo XIX a tal punto que en 1886, el arqueólogo William Henry Holmes del Instituto Smithsoniano escribió un artículo titulado "El comercio con antigüedades mexicanas espurias" para la revista Science.9​ Aunque los museos habían comprado cráneos antes, fue Eugène Boban, un anticuario que abrió su tienda en París en 1870, quien es más asociado con las colecciones de cráneos de cristal de los museos del siglo XIX. La mayor parte de la colección de Boban, inclusive tres cráneos de cristal, fue vendida al etnógrafo Alphonse Pinart, que donó la colección al Museo Trocadéro, que más tarde sería el Museo del Hombre.

Se ha afirmado que varios cráneos de cristal son de origen precolombino, siendo habitualmente atribuidos a los aztecas o mayas. El arte mesoamericano tiene numerosas representaciones de cráneos, pero ninguno de los cráneos de cristal de las colecciones de museos provienen de excavaciones documentadas.10​ Las investigaciones llevadas a cabo en varios cráneos de cristal en el Museo Británico en 1967, 1996 y nuevamente en 2004 han mostrado que las líneas que marcan los dientes (ya que estos cráneos no tienen maxilares separados, como el cráneo Mitchell-Hedges) fueron tallados usando herramientas de joyero (herramientas rotativas) desarrolladas en el siglo XIX, por lo que un supuesto origen precolombino sería poco probable.11​ El tipo de cristal fue determinado al examinar las inclusiones de clorita, que solo se encuentran en los cristales de Madagascar y Brasil, por lo tanto difícil de obtener o desconocido en la Mesoamérica precolombina. El estudio concluyó que los cráneos fueron hechos en Alemania en el siglo XIX, muy probablemente en talleres de la ciudad de Idar-Oberstein, conocida a fines del siglo XIX por crear objetos hechos de cuarzo brasileño importado.


Se ha establecido que tanto el cráneo de cristal del Museo Británico como el del Museo del Hombre13​ en París fueron vendidos por el comerciante de antigüedades francés Eugene Boban, que tuvo su negocio en Ciudad de México entre 1860 y 1880.14​ El cráneo de cristal del Museo Británico fue comprado de Tiffany en Nueva York, mientras que el cráneo de cristal del Museo del Hombre fue donado por el etnógrafo Alphonse Pinart, que lo compró de Boban.
Una investigación llevada a cabo por el Instituto Smithsoniano en 1992 en un cráneo de cristal suministrado por una fuente anónima que dice haberlo comprado en Ciudad de México en 1960 y que es de origen azteca, también concluyó que fue hecho en fecha reciente. Según el Instituto Smithsoniano, Boban compró en Alemania los cráneos de cristal que vendía - hallazgos que concuerdan con los del Museo Británico.

En mayo de 2008, un estudio detallado de los cráneos de cristal del Museo Británico y el Instituto Smithsoniano fue aceptado para su publicación en Journal of Archaeological Science.16​ Empleando un microscopio electrónico y cristalografía de rayos X, un equipo de investigadores británicos y estadounidenses hallaron que el cráneo del Museo Británico fue labrado con una sustancia abrasiva áspera, como corindón o diamante, y modelado empleando una herramienta de disco rotativo hecha de un metal adecuado. El espécimen del Instituto Smithsoniano fue labrado con un abrasivo diferente, el carburo de silicio (SiC), que es una sustancia sintética manufacturada con modernas técnicas industriales.17​ Dado que la síntesis del carborundo data solamente de la década de 1890 y su amplia disponibilidad data del siglo XX, los investigadores concluyeron que "[se] sugiere que fue hecho en la década de 1950 o después".

Ninguno de los cráneos de cristal que se encuentran en museos proviene de excavaciones documentadas. Un ejemplo paralelo es ofrecido por los espejos de obsidiana, objetos rituales ampliamente representados en el arte azteca. Aunque unos pocos espejos de obsidiana provienen de excavaciones arqueológicas,ninguno de los espejos de obsidiana aztecas están tan bien documentados. A pesar de esto la mayor parte de los expertos en la cultura azteca consideran los espejos de obsidiana como auténticos artefactos precolombinos. El arqueólogo Michael E. Smith reporta un hallazgo no revisado por pares de un pequeño cráneo de cristal en un sitio azteca en el Valle de México.​ Los cráneos de cristal han sido descritos como "un fascinante ejemplo de artefactos que han hecho su ingreso a museos sin evidencia científica para demostrar sus supuestos orígenes precolombinos".​ Un caso similar es la máscara "olmeca" de jade; tallada en piedra. Los curadores y eruditos se refieren a estas como "estilo olmeca", ya que hasta la fecha no se ha recuperado ejemplar alguno de sitios de otras culturas, inclusive una deliberadamente depositada en el precinto ceremonial de Tenochtitlan (Ciudad de México), que posiblemente tendría unos 2000 años de antigüedad cuando fue enterrada por los aztecas, indicando que estas eran apreciadas y coleccionadas como lo eran las antigüedades romanas en Europa.

Afirmaciones paranormales y asociaciones espirituales

Algunos creyentes en lo paranormal afirman que los cráneos de cristal pueden producir una variedad de milagros. Anna Mitchell-Hedges afirmaba que el cráneo que supuestamente había descubierto podía causar visiones, curar el cáncer, que una vez empleó sus propiedades mágicas para matar un hombre y que en otra ocasión, vio en este una premonición del asesinato de John F. Kennedy.

En la obra teatral de 1931 La pantufla de raso, de Paul Claudel, Felipe II de España emplea "un cráneo hecho de una sola pieza de cristal de roca", iluminado por "un rayo del sol poniente", para ver la derrota de su Armada Invencible en su ataque a Inglaterra (dia 4, escena 4, páginas 243-244).

Las afirmaciones sobre poderes curativos y sobrenaturales de los cráneos de cristal no tienen fundamento en la comunidad científica, que no ha encontrado evidencia de cualquier fenómeno inusual asociado con los cráneos, así como ninguna razón para seguir investigando, excepto la confirmación de su origen y método de manufactura.

Otra especulación reciente y sin fundamento histórico relaciona la leyenda de los cráneos de cristal con el término del actual ciclo baktun del calendario maya el 21 de diciembre de 2012, afirmando que al reunir los trece cráneos místicos se evitará una catástrofe supuestamente predicha o implícita por el final de este calendario (véase Fenómeno de 2012). Una emisión de esta afirmación apareció (junto a muchas otras) en El misterio de los cráneos de cristal,56​ un programa de 2008 producido para el Sci Fi Channel en mayo y emitido en el Discovery Channel de Canadá en junio. Entre los entrevistados figuran Richard C. Hoagland, que trató de relacionar a los cráneos de cristal y los mayas con vida en Marte, y David Hatcher Childress, que propuso un origen atlante de los cráneos y afirma que tienen propiedades antigravitacionales.

Los cráneos de cristal también son mencionados por Drunvalo Melchizedek en su libro Serpiente de Luz.Él escribe que se encontró con nativos descendientes de los mayas que tenían cráneos de cristal y los empleaban en ceremonias en los templos de Yucatán, que según él contienen almas de antiguos mayas que entraron en los cráneos para esperar el momento cuando su antigua sabiduría sea otra vez necesaria.

Las supuestas asociaciones y orígenes de la mitología de los cráneos de cristal en el mundo espiritual de los nativos estadounidenses, como es propuesto por escritores neochamanistas tales como Jamie Sams, son igualmente desacreditados.En cambio, como observa Philip Jenkins, la mitología de los cráneos de cristal puede rastrearse hasta las "leyendas barrocas" inicialmente difundidas por F.A. Mitchell-Hedges, y después retomadas:

Hacia la década de 1970, los cráneos de cristal habían entrado en la mitología New Age como poderosas reliquias de la antigua Atlántida, e incluso obtuvieron un número canónico: habían exáctamente trece cráneos.
Nada de esto tendría relación con temas de los indígenas norteamericanos, si los cráneos no hubiesen llamado la atención de algunos de los más activos escritores de la New Age.

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